lunes, 9 de febrero de 2009

Habitantes de la historia







Una constante en este ser y estar es perseguir las huellas de la vida pasada, las señales que quedan en los muros de antiguas casas, detrás de enormes puertas que ya no se abren.
En Peñaflor, Pepe nos llevó a una antigua casa que originariamente perteneció a la familia Carrera y que según algunos datos, específicamente, la casa habría pertenecido a Doña Javiera.
Gracias a la gestión de este amigo, cruzamos la reja que nos dejaría frente a esos valiosos retazos de historia, que por falta de interés del gobierno y también de la comunidad, un día de éstos desparecerá para dar paso a una fea alfombra de estrechas casas.
-Es demasiado terreno para albergar una sola casa del año de la pera.
Son los preceptos bajo los que se cocina la actual historia, esa que se teje para el futuro.
Pero nosotros somos un par de afortunados: en compañía de Pepe no solo encontramos esta casa que una vez fue de los Carrera, además dimos con el tejido de la verdadera vida que ha permanecido y crecido en estos muros.
Hoy habitan en ellos Eduardo y Adriana, personas que conservan innatamante la elegancia, la gracia y la gentileza que esta noble casona guardara durante casi dos siglos.
Antes fueron los padres de Eduardo, originarios de una lejana región de Alemania, quienes aportaron su propia historia como familia, lo que ha permitido que estos muros sigan en pie. Todos ellos y su progenie han tejido una nueva historia, mezclando los hilos de su propio pasado en esta antigua casa, dando vida a un especial y luminoso espacio que cariñosamente nos abrieron como se hace señorialmente con antiguos viajeros que precisaran de un aro donde dar respiro a los caballos y a los huesos molidos por el camino agreste con un refrigerio y agua fresca.
Luis, Pepe y yo agradecemos a esta luminosa pareja tan grande obsequio.

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