sábado, 7 de noviembre de 2009

Molido de Gus II




- El Club de la Unión y el Hotel /Bidart/, separados y unidos por lo ancho de la calle rinden a Nueva York una especie de homenaje, una alegoría a la democracia. Como si justo el día en que al Club se le hubieran echado a perder todos sus automóviles y tuviera que tomar una micro, se le sentara al lado ese mendigo insufrible, y el Club se viera forzado a hacer en esa compañía un viaje eterno. Enrique Lihn.

- Y nosotros; espectadores siempre, por donde quiera vueltos hacia todo, pero jamás a la lejanía. Las cosas nos desbordan. Las ordenamos. Se disgregan. Las ordenamos nuevamente y nosotros nos disgregamos. Quién nos colocó así, de espaldas, de modo que, hagamos lo que hagamos, siempre estamos en la actitud de aquel que se marcha? Como aquel que, sobre la postrera colina que le muestra todo el valle, por última vez se vuelve, se detiene, se demora; así vivimos nosotros, siempre en despedida.
Rainer María Rilke.

- Raros son, tanto en la vida como en el arte, los momentos sublimes y memorables. En su labor continua e indiferente, la Historia va entrelazando la gigantesca cadena de los siglos y ordena los hechos humanos de un modo para nosotros ininteligible. Todo exige tiempo: cualquier acontecimiento requiere preparación. La revelación de un genio en un pueblo cualquiera es el fruto de millones de seres que le han precedido; un momento estelar de la Humanidad significa la sucesión de horas, días, meses y años, al parecer estériles, que no se aplican hasta su culminación en algo decisivo. Paralelamente a lo que acontece en el mundo del arte, en que un genio perdura a través de los tiempos, en la Historia un momento determinado marca el rumbo de siglos y siglos. Lo mismo que en la punta del pararrayos converge la electricidad de la atmósfera, un espacio insignificante de tiempo contiene el germen de una serie de hechos que van desarrollándose en el futuro. Paralelos o sucesivos, los sucesos cotidianos van siguiendo su ritmo tranquilo e intrascendente hasta llegar a, por así decirlo, comprimirse en un instante decisivo y determinado que señala un nuevo curso a la Historia. Stefan Zweig.

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