"Los señores no nos causan más que daños;
no podemos de ellos esperar justicia ni razón;
todo lo tienen, todo lo toman, se lo comen todo,
dejándonos en la miseria y el dolor...
¿Por qué dejar que nos traten de este modo?
¿No somos acaso tan hombres como ellos?
Tenemos iguales miembros, la estatura es la misma,
igual fuerza para sufrir, y contra uno somos ciento..."
no podemos de ellos esperar justicia ni razón;
todo lo tienen, todo lo toman, se lo comen todo,
dejándonos en la miseria y el dolor...
¿Por qué dejar que nos traten de este modo?
¿No somos acaso tan hombres como ellos?
Tenemos iguales miembros, la estatura es la misma,
igual fuerza para sufrir, y contra uno somos ciento..."
Así cantaban en el siglo XII algunos audaces trovadores, para regocijo de los plebeyos. En este tiempo se estaba produciendo una grave crisis entre vasallos, ante el poder omnímodo de los señores feudales.
En torno a los castillos feudales pasaban su mísera existencia los campesinos "los siervos de la gleba" soportando tributos elevadísimos y sin tener, sin embargo, elementales derechos humanos. Su condición, casi de esclavos, no podía ser más desventurada. Y si hubieran querido abandonar el feudo habrían tenido que pagar al señor una elevada suma para rescatar su propia libertad.
Los mercaderes y artesanos que si eran hombres libres, se establecieron junto a los caminos creando aldeas amuralladas, ellos también fueron obligados por el señor feudal a pagar portazgos y tributos arbitrarios. Esta burguesía mercantil hiso causa común frente al déspota, constituyéndose en "comuna", se liberó de él pagándole una "carta de autonomía" o rebelándose violentamente contra su autoridad.
Ejemplo de estas comunas rebeldes fueron las ciudades del norte de Italia, que enfrentaron a la dictadura imperial.
Fuente: Enciclopedia estudiantil Codex - 24 agosto 1961
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