viernes, 4 de septiembre de 2009

Médicos de antaño /Benjamin Vicuña Mackenna



... Y una cosa solamente parece digna de particular observación en ese caos, cual es la de que, siendo entonces la capital de Chile una aldea y un claustro, tuvo los beneficios de no menos de cinco facultativos. Y esto junto con las celdas, explica los suficiente el pausado aumento de su población. Por ese preciso motivo Adrián VI, alarmado por el rápido crecimiento de sus súbditos romanos, que ejerciesen contra ellos su profesión hasta quinientos doctores.
Dos siglos más tarde, Santiago, ciudad de treinta mil almas, no tenía sino cinco médicos (1781), los mismos que había poseído en 1566, a saber: los doctores, licenciados, bachilleres y sangradores Castro, Bazán, Villadiego, Bartolo Ruiz y el muy mentado Alonso de Castillo, alcalde y protomédico de Santiago, que no sabía de de llagas; pero a quien cupo la dichosa primacía de sugerir el uso cuotidiano de un medicamento, que después del sol y el aire, es el gran purificador de las llagas humanas: el agua potable.
En cuanto al metodo curativo que presidía en el Hospital del Socorro, ya habrá podido conjeturarlo el observador, no obstante el celo, no siempre desinteresado, de los mayordomos mayores del cabildo. ¿Qué adelanto, qué bienestar, qué socorro podrían llevar a dicho Hospital los protomédicos,
que no sabían vendar una herida, y los facultativos, que podían curar de todo, menos del cuerpo de los enfermos?. Ni cuál podía ser el tratamiento clínico de éstos, si los salarios de los doctores eran pagados en choclos y en zapallos, en charqui y en chuchoca?...

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