martes, 25 de noviembre de 2008

Cosechando las sombras de la siesta


Jean Marie Le Clézio

Para el Nobel francés, el mundo ocidental se caracteriza por el encalustramiento. “Con el lenguaje, el hombre se convirtió en el más solitario de los seres del mundo, porque se excluyó del silencio”, comprueba en “Línconnu sur la Terre” (1978). Las palabras del hombre moderno están vistas como una forma de imitación incompleta de la realidad exterior. Le Clézio deplora la pobreza del lenguaje y busca una forma más sincera y amplia que pueda traducir la multitud de sentimientos que agitan a los seres humanos: “Lo que me mata en la escritura es su brevedad. ¡Cuando la frase expira, cuántas cosas quedan afuera!” (El libro de las huidas, 1969). Como escritor, evidentemente no puede prescindir del lenguaje. Por consiguiente, lo depura para que el silencio de la frase, en su desnudez frágil, otros discursos afloren. Su escritura refleja un lenguaje que desborda toda expresión inteligible. Expresa, más bien lo que está debajo, “la música que yace en la hondura de las palabras”, como la describe Jean Onimus (1994). Esa que, nacida de las cosas, podría eventualmente alcanzarlas. Así, en su escritura, el mundo exterior hace relucir la superficie, pero lo íntimo permanece invisible. La escritura se convierte en una forma de escapar, de enmascarar sus secretos. “Le tenías miedo al silencio, y hablabas para esconderlo”, dirá Le Clézio.

Tatiana Calderón Artes y Letras, El Mercurio Dgo. 12 de Octubre de 2008




Necronomicón, el libro de los Muertos, H.P. Lovecraft

El Necronomicón no existe, lo dijo Lovecraft en sus cartas a sus lectores, lo dicen sus discípulos, pero al menos una vez al año se edita en alguna parte del mundo un texto que, ahora si, por fin, asegura ser la censurable obra escrita en Damasco por el árabe Abdul Alhazred en el año 700; un libro que nadie sabe con certeza absoluta su contenido, pues sólo se conservan fragmentos, retazos, suficientes para entregar secretos sobre antiguas razas y divinidades que habitaron la tierra antes de la aparición del hombre.
Llamado originalmente Al-Azif, “siendo azif la palabra empleada por los árabes para designar el sonido de insectos nocturnos semejante al susurro de los demonios”, según las referencias, el texto habría resistido prohibiciones durante más de mil años. Su autor Alhazred murió a plena luz del día devorado por un monstruo invisible y ante numerosos testigos



Patricio Jara, Artes y Letras de El Mercurio

4 comentarios:

pelicanopitekus dijo...

Respecto a la aseveración de Clézio
sobre lenguaje y silencio,siempre ronda en mi sentir parte de una cancioncita de Manolo Galván:
"Tu silencio me dice que sí,
tus palabras me dicen que nó..."
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Sobre el necronomicón,creo,habría que procurarse una orden de registro al Vaticano,por este y tantos libritos "demoníacos" que andan extraviados.
Besos silenciosos.

antonia obiol y corcoll dijo...

Silenciosos cariños para ti Pitekus

Hate my Mind dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Hate my Mind dijo...

Vale por los datos ... elimene el comentario porque no era un aporte a tu blog, solo dudas a tus comentarios

Chau